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Escondido entre las montañas brumosas de la sierra norte de Oaxaca, el Hotel Pueblo del Sol emerge como un santuario donde la naturaleza y la tradición se abrazan. este rincón mágico, lejos del bullicio de las ciudades, ofrece una experiencia auténtica para quienes buscan reconectar con la tierra y sus saberes ancestrales.
Un lugar tejido con tradición
Las cabañas de adobe y madera se integran al paisaje como si siempre hubieran estado allí. cada detalle habla del arte local: textiles tejidos en telar de cintura por manos zapotecas, lámparas de barro cocido y muebles tallados por artesanos de la región. al despertar, el aroma del café de olla y las tortillas recién hechas guían hacia el comedor comunitario.
Sabores que narran historias
El restaurante del pueblo del sol es un homenaje a la cocina oaxaqueña de verdad. los ingredientes viajan pocos kilómetros: hongos silvestres recolectados en el bosque, hierbas de la milpa familiar, quesillo recién hecho. el menú cambia con las estaciones, pero siempre incluye tesoros como el mole amarillo con hierbas de la sierra o el atole de maíz criollo.
Experiencias que transforman
Aquí no hay televisores ni wifi en las habitaciones, pero sí una agenda de actividades que alimentan el alma:
- caminatas al amanecer para escuchar el canto de las aves
- talleres de barro con maestras alfareras de San Marcos Tlapazola
- baños temazcal guiados por curanderas locales
- noches de cuentos bajo las estrellas, con leyendas narradas por ancianos de la comunidad
Un hotel con raíces profundas
Lo que hace único al pueblo del sol es su compromiso real con las comunidades. parte de sus ganancias se reinvierten en proyectos educativos y de conservación de los bosques. los huéspedes no son simples turistas, sino cómplices de un círculo virtuoso que mantiene vivas las tradiciones.
Para llegar hay que recorrer caminos sinuosos, pero al final, cuando el aire puro llena los pulmones y las montañas pintan el horizonte, se entiende por qué este lugar se siente como un regreso a casa. el pueblo del sol no es un hotel cualquiera: es un pedacito del alma de Oaxaca que se queda contigo mucho después de partir.